El nivel de hambre en Colombia es inferior al de toda la región. El 4,8 por ciento de la población –unos 2,4 millones de personas– padece subalimentación, mientras que en Latinoamérica y el Caribe la incidencia es de 6,5 por ciento y en Suramérica, 5,4 por ciento, de acuerdo con un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Pese a esa gran población afectada, este problema ha venido tocando cada vez a menos colombianos. En 2006, unos 4,2 millones padecían hambre, esto es un 43 por ciento menos. La manera como la FAO calcula la población con hambre es a través de la incidencia de la subalimentación, es decir, el porcentaje de la población que no accede a la energía alimentaria suficiente. Frente al estudio, Prosperidad Social destacó que si se comparan los periodos 2004-2006 y 2016-2018 se encuentra una disminución de 2’000.000 de subalimentados. De acuerdo con el informe de seguridad alimentaria de 2019 que reveló ayer la FAO, entre los 28 países de la región que cuentan con datos, Colombia está en el puesto 20, en una lista encabezada por Haití, donde cinco de cada 10 personas sufrían ese flagelo. Entre los 170 países analizados, Colombia ocupa el puesto 102. La entidad culpa de este fenómeno –que golpea a 820 millones de personas en el mundo y a 42,8 millones en el continente americano y el Caribe– al poco crecimiento de la economía global, los conflictos que generan olas migratorias de población y el cambio climático, que afecta la productividad agrícola, la producción de alimentos y los recursos naturales. Precisamente, en Colombia la desaceleración económica ha llevado al encarecimiento del plato básico de comida de una persona (estofado de fríjoles, según el parámetro establecido en la medición global). En el 2016, precisa el informe de la FAO, los colombianos tuvieron que destinar un promedio del 3 por ciento de sus ingresos diarios a este plato básico, que es más de lo que se destinó anualmente en el periodo 2012-2015. Ese año (2106), el crecimiento económico por habitante fue de 1,15 por ciento, muy por debajo del 3,85 y el 3,41 por ciento del 2013 y 2014, respectivamente, años en los que ese mismo plato de comida le representó a un colombiano 2,31 y 2,28 por ciento de sus ingresos para cada uno de esos periodos. El organismo multilateral explica que, por ejemplo, la caída en los precios internacionales del petróleo –un fenómeno que empezó desde septiembre de 2014– hizo que se mermaran los ingresos del país y con ello las reservas en dólares, lo que a su vez desencadenó la devaluación del peso frente a la divisa estadounidense. Y esa desaceleración económica generada por la caída de los precios del petróleo terminó frenando aún más el avance del PIB per cápita del país hasta el 2017, la estabilidad de los ingresos de los hogares, en términos reales, mientras que la inflación aumentó de forma constante hasta 2016. “Dependiendo de la evolución de los precios internacionales de los productos básicos agrícolas, esto puede implicar el encarecimiento de la importación de alimentos, la reducción de la disponibilidad de estos en el país y el aumento de sus precios”, señala la FAO.
El caso de Venezuela. En Latinoamérica y el Caribe, según la FAO, 42,8 millones de personas padecen de hambre, siendo Venezuela el caso más preocupante. Mientras que en el 2006 el país vecino tenía casi solucionada esta problemática, pues menos del 2,5 por ciento de su población sufría el flagelo del hambre (2,8 millones personas), el año pasado la población afectada alcanzó los 6,8 millones de venezolanos, un crecimiento cercano al 143 por ciento. Esto catapultó a Venezuela al segundo puesto del escalafón latinoamericano, toda vez que su población en situación de hambre alcanzó el 21,2 por ciento del total para ese año, presionando las cifras de la región.
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